viernes, 13 de mayo de 2011

Texto de Javier Marías

Buenas noches, compañeros,

les dejo el texto que se mencionó el jueves, para que lo revisen y lo lleven impreso el lunes

Saludos

JAVIER MARÍAS LA ZONA FANTASMA

Un ejercicio de comprensión

JAVIER MARÍAS 07/02/2010
La cruzada antitabaco de Zapatero y su Ministra de Sanidad, Jiménez, está adquiriendo tintes tan demagógicos que, antes de tarifar con ellos a todos los efectos, he intentado darles la razón, a ver qué pasaba. En lo relativo a la inminente prohibición de fumar en todos los lugares públicos cerrados, no lo consigo. ¿Por qué en todos? ¿Es que los no fumadores piensan frecuentar todos y cada uno de las decenas de millares de bares y restaurantes desperdigados por España? Los fumadores ya sólo aspiramos a que en algunos locales se nos permita echarnos un pitillo mientras tomamos una caña o justo después de almorzar o cenar. ¿Por qué no puede haber unos cuantos sitios así, llámense clubs de fumadores o como se quiera? ¿Por qué, entre los muchísimos que prefieren que se fume en ellos –no me cansaré de repetir que esa ha sido la causa de la nueva ley que se avecina: que los propietarios han hecho uso de la libertad que se les concedió contrariamente a los deseos del Gobierno, en vista de lo cual éste se la retira, vaya libertad condicionada–, no se efectúa un sorteo y se consiente que cierto porcentaje admita el humo en sus dependencias? Los no fumadores no entrarían en ellos, como otros no entramos en casinos, puticlubs o sex-shops, eso sería todo. En cuanto a los camareros –también podrían ser autoservicios, y no haberlos–, tendrían que ser asimismo fumadores voluntarios, no se verían obligados a respirar una atmósfera indeseada.
Este ejercicio de comprensión que intento no lo están llevando a cabo muchos más fumadores. Conozco a no pocos que han prometido no volver a pisar un bar ni un restaurante una vez que la intolerante nueva ley entre en vigor. Así que es natural que el gremio de hostelería esté preocupado. Este diario se ha alineado con Zapatero y Jiménez hasta el punto de publicar un reportaje con el titular “Sin humo no se hunde el bar” y el subtitular “Los hosteleros vaticinan un desastre por la prohibición de fumar, pero la experiencia en otros países lo desmiente”, en el que sin embargo, al leer la información, ésta desmentía rotundamente dichos titulares, que se convertían en incomprensibles: resulta que en Irlanda hay un 25% menos pubs de los existentes antes de la prohibición; en el Reino Unido caen 52 a la semana, en el plazo de un año cerraron 2.377 y se redujeron 24.000 empleos; en Italia, un 12% de los establecimientos acusó pérdidas “significativas”; y en Francia la gente se ha refugiado en las terrazas, convirtiendo el “problema del humo” en el “problema del vocerío” desesperante para los vecinos, que es lo que sucederá en España, dados el buen tiempo reinante y los pingües beneficios que sacan los Ayuntamientos de la proliferación de mesas en las calles. Otro extraño titular de El País afirmaba que los partidarios de la prohibición total eran “clara mayoría”. Luego, la noticia revelaba que se trataba de una mayoría pelada del 52%, frente a un 44% que se oponía, si mal no recuerdo. Un 44% es mucha gente, como para cercenar su libertad completamente. Unos veinte millones de personas, con las cuales, yo creo, debería llegarse a algún tipo de entendimiento.
En lo que sí he logrado darles la razón a los tramposos Zapatero y Jiménez es en su última medida de adornar con pavorosas fotos los paquetes de cigarrillos: pulmones destrozados, dentaduras roídas, fetos, jeringuillas, gatillazos y demás males que pueden sobrevenir a los fumadores. Aunque eso no hará sino disparar la venta de pitilleras (yo las uso desde hace años), me parece bien, siempre que se haga lo mismo con todos los demás productos que pueden dañar nuestra salud o matarnos. Exijo, por tanto, que las botellas de vino, whisky y ginebra lleven fotos de repulsivos borrachos, de hígados con cirrosis y de las ratas y arañas que se aparecen a quienes sufren de delirium tremens. Quiero que en las carreteras, y sobre las portezuelas de los coches, haya, bien visibles, imágenes de muertos aplastados por la chatarra, tetrapléjicos en sillas de ruedas, motoristas decapitados, peatones atropellados, cueros cabelludos arrancados y brazos y piernas amputados. Que presidan las playas grandes fotos de ahogados, de miembros hinchados por las picaduras de las medusas y de afectados por cánceres de piel. Reclamo que los costados de los aviones exhiban imágenes de catástrofes aéreas, con cuerpos desmembrados, terroristas con bombas y momentáneos supervivientes chapoteando en un mar helado, y otro tanto los de los trenes, ilustrados por desastres ferroviarios y por las consecuencias del 11-M. Pido que en las fachadas de los Ayuntamientos se vean fotos de paisajes destruidos por la especulación inmobiliaria, y de gente sorda por culpa del ruido de sus infinitas y arbitrarias obras. Porque todas esas desgracias pueden acaecerle a quien bebe alcohol, o monta en coche o en moto o es un mero transeúnte, o a quien vuela o viaja en tren, o a quien se baña en el mar, o a quien está expuesto a los abusos del Ayuntamiento de turno. Sería un mundo alentador y alegre, lleno de estampas que nos describieran gráficamente los peligros y horrores que se ciernen sobre nosotros constantemente. Es posible que la economía se fuera al traste, pero qué se le va a hacer. Al fin y al cabo, ¿no son los Gobiernos los que sacan mayor provecho del consumo de tabaco? Si nos ponen fotos espantosas en las cajetillas, que las pongan también en todo el resto, incluyendo las de obesos inmovilizados en muchos productos alimenticios. Si no lo hacen, quedarán como hipócritas, además de como fanáticos y supresores de las libertades.

martes, 3 de mayo de 2011

Figuras retóricas

Han acá los poemas. Recuerden buscar todas las figuras retóricas vistas en clase, en cada uno de ellos, y señalan dónde está cada figura (no todos los textos llevan todas). Lindo rato.


Variaciones sobre el instante eterno
José Hierro

¿Por qué te olvidas y por qué te alejas
del instante que hiere con su lanza?
¿Por qué te ciñes de desesperanza
si eres muy joven y las cosas viejas?
Las orillas que cruzas las reflejas;
pero tu soledad de río avanza.
Bendita forma que en tus aguas danza
y que en olvido para siempre dejas.
¿Por qué vas ciego, rompes, quemas, pisas,
ignoras cielos, manos piedras, risas?
¿Por qué imaginas que tu luz se apaga?
¿Por qué no apresas el dolor errante?
¿Por qué no perpetúas el instante
antes de que en tus manos se deshaga?

Sub-umbra
José Asunción Silva

Tú no lo sabes… mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros
cuando la tarde tiñe de oro
esos espacios que juntos vimos,
cuando mi alma su vuelo emprende
a las regiones de lo infinito
aunque me olvides, aunque no me ames,
aunque me odies, ¡sueño contigo!
Estrellas que entre lo sombrío
de lo ignorado y de lo inmenso
asemejais en el vacío,
jirones pálidos de incienso,
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra
que sólo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra,
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los Magos,
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los océanos,
sin fin, ni fondo de la noche,
¡Estrellas, luces pensativas!
¡Estrellas, pupilas inciertas!
¿Por  qué os calláis si estáis vivas
y por qué alumbráis di estáis muertas?...

Tu mirada
Walt Whitman

Me miraste a los ojos, penetrando
en lo más profundo de mi alma.
El cristal azul de tus pupilas
me mostraba mi imagen reflejada.
Me miraste y pediste temblorosa
que un te amo saliera de mis labios,
pero ellos ya no tienen más palabras
pues los golpes de la vida los han cerrado.
Me miraste y tu pelo se erizaba,
y una gota redonda en tu pupila
que brotó de un corazón roto
cayó recorriendo tu mejilla.
Me miraste y tu rostro empapado
me exigía una palabra, una respuesta,
y mentí diciéndote te amo
por ganar  de tu cara una sonrisa.

No es que muera de amor…
Jaime Sabines

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano, tu mano,
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en el que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Poema de amorosa raíz
Alí Chumacero

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran, ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo, ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.