martes, 3 de mayo de 2011

Figuras retóricas

Han acá los poemas. Recuerden buscar todas las figuras retóricas vistas en clase, en cada uno de ellos, y señalan dónde está cada figura (no todos los textos llevan todas). Lindo rato.


Variaciones sobre el instante eterno
José Hierro

¿Por qué te olvidas y por qué te alejas
del instante que hiere con su lanza?
¿Por qué te ciñes de desesperanza
si eres muy joven y las cosas viejas?
Las orillas que cruzas las reflejas;
pero tu soledad de río avanza.
Bendita forma que en tus aguas danza
y que en olvido para siempre dejas.
¿Por qué vas ciego, rompes, quemas, pisas,
ignoras cielos, manos piedras, risas?
¿Por qué imaginas que tu luz se apaga?
¿Por qué no apresas el dolor errante?
¿Por qué no perpetúas el instante
antes de que en tus manos se deshaga?

Sub-umbra
José Asunción Silva

Tú no lo sabes… mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros
cuando la tarde tiñe de oro
esos espacios que juntos vimos,
cuando mi alma su vuelo emprende
a las regiones de lo infinito
aunque me olvides, aunque no me ames,
aunque me odies, ¡sueño contigo!
Estrellas que entre lo sombrío
de lo ignorado y de lo inmenso
asemejais en el vacío,
jirones pálidos de incienso,
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra
que sólo alcanzan los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra,
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los Magos,
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los océanos,
sin fin, ni fondo de la noche,
¡Estrellas, luces pensativas!
¡Estrellas, pupilas inciertas!
¿Por  qué os calláis si estáis vivas
y por qué alumbráis di estáis muertas?...

Tu mirada
Walt Whitman

Me miraste a los ojos, penetrando
en lo más profundo de mi alma.
El cristal azul de tus pupilas
me mostraba mi imagen reflejada.
Me miraste y pediste temblorosa
que un te amo saliera de mis labios,
pero ellos ya no tienen más palabras
pues los golpes de la vida los han cerrado.
Me miraste y tu pelo se erizaba,
y una gota redonda en tu pupila
que brotó de un corazón roto
cayó recorriendo tu mejilla.
Me miraste y tu rostro empapado
me exigía una palabra, una respuesta,
y mentí diciéndote te amo
por ganar  de tu cara una sonrisa.

No es que muera de amor…
Jaime Sabines

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano, tu mano,
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en el que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Poema de amorosa raíz
Alí Chumacero

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran, ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo, ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.

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